Dios existe. Yo me lo encontré by André Frossard

Dios existe. Yo me lo encontré by André Frossard

autor:André Frossard
La lengua: spa
Format: epub
editor: Ediciones Rialp, S.A.
publicado: 2014-11-13T00:00:00+00:00


De ahí resultaba, entre la clase de los poseedores y la de los desposeídos, un estado de tensión permanente, de 'lucha de clases', que desembocaba periódicamente en revueltas; el fin único de las leyes era impedirlas, prohibirlas o reprimirlas. En todos los tiempos, las instituciones habían sido concebidas por los privilegiados para perpetuar sus privilegios, la moral estaba encargada de atar las conciencias al orden establecido contra la justicia, despreciada por el capitalismo y pospuesta hasta por la religión.

Pero Pedrito aprendía pronto que existía un remedio para el mal inmenso y viejo como la historia. La socialización de los medios de producción y de cambio modificaría radicalmente las relaciones humanas y las purificaría de todo lo inicuo y pernicioso que había en ellas. Nunca más se establecerían de dueño a esclavo, de opresor a oprimido, sino de hombre a hombre, en la igualdad perfecta de un desapropiamiento general pronunciado por la ley en beneficio de la colectividad. De los bienes producidos por los trabajadores, la sociedad detraería lo necesario para dar 'a cada uno según sus necesidades'. La avidez, el afán de acaparamiento y de dominio perecerían de inanición al no encontrar sostén, y menos aún estímulo, en la nueva sociedad. Al haber desaparecido los antagonismos económicos y sociales con aquello que los hacía inevitables, la guerra dejaría de tener objeto y desaparecería de la superficie de la tierra. Los antiguos poderosos, reducidos en cierto modo por la equidad, se humanizarían en la misma proporción, mientras que los trabajadores recobrarían su dignidad con la plena posesión de su propia persona. La moral dejaría de ser ese código diversamente penal de la resignación, y los últimos muros de la construcción religiosa, privados de sus puntos de apoyo, se hundirían por sí mismos. Los hombres conocerían, por fin, el gusto de la justicia y de la paz. La ciencia se encargaría del resto.

No pretendo resumir el marxismo en una página y es posible que acabe de mezclar el recuerdo de sus primeras lecciones y el de mi grueso libro rojo. Sea lo que fuere, Pedrito se hacía socialista. Como también adivino que era serio y generoso.

Ya he dicho que Dios no existía; pero había muchas maneras de no existir. Para unos, que repartían gustosos viejos opúsculos que alineaban 'las doce pruebas de la no existencia de Dios', lo que sugería, en la negativa, siete pruebas más que la demostración habitual de los apologistas —quienes, generalmente, solo enumeran cinco en apoyo de lo contrario—, el ser imaginario designado con ese nombre era simplemente una invención de los clérigos, un término arbitrario fijado por ellos al concatenamiento de las causas, o una manera infantil de gritar '¡No juego!' antes de terminar el discurso de la naturaleza. Eran los que llevaban grandes sombreros negros. Estaban un poco sorprendidos de que un hombre como Robespierre, que concentraba en su persona todo el espíritu de la revolución, hubiera hecho tan a menudo referencia a un 'Ser supremo' que parecía tener algunos puntos comunes con el Creador de las religiones abolidas.



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